26 de diciembre de 2007

Mansa como leche

Hoy día, todo lo que llega a nuestra boca, no sé si lo hayan notado, ya no sabe igual. Y no es que, como dicen los menos, hayamos olvidado el sabor del pan o la tierra es pobre y no nos da lo mismo, sino que, simplemente, no es la primera vez que hemos probado determinado alimento. Las segundas veces en todo forman una experiencia y es ésta la que revienta la conciencia del ser humano; somos débiles porque ya hemos hecho o probado lo mismo. Pero lo que ahora me atañe es que, con el poco tiempo del que he decidido disponer para llevar un hilo en el blog, sólo he tenido tiempo de encontrar una forma de pensamiento oculta en el símbolo de la leche. Pensemos en este líquido que nos aporta calcio, obtenido de una especie animal completamente controlada para nuestro servicio, como el primer alimento que recibe todo ser humano que no se vuelve intolerante a la lactosa, como el vínculo entre madre e hijo, como la perversión entre parejas, como un punto de absoluto en la escala cromática. En otras palabras, la leche, mientras no haya personas que se caguen en ella, es una demostración de poder. Por favor no piensen en el chapulín anunciando nutrileche o en la búsqueda incansable de evidencia para acusar a la compañía Lala de maltrato vacuno (Esta última opción debo decir que hay que detenerla, pues no falta que después sea como ley no ordeñar animal alguno y nos obliguen a tomar otro tipo de leches, como la de coco, soya, nuez, almendras, o las demás alternativas no animales para líquidos espesos y no ácidos en el desayuno). El poder del que hablo es aquél en que, valiéndome de un lugar común, se mama la cultura. Pondría múltiples ejemplos de esto, pero el microondas me anuncia que mis copos de maíz de la marca kellogs ya están tibios.
Los ríos se veían dorados cual miel y los océanos blancos bañaban la tierra negra[...]
Así como los lugares del mundo tienen distintas palabras y escalas para las acciones comunes, el valor cultural de la leche se hace notar, incluso en estos días. Antes, en los pueblos, las mujeres que todavía estuvieran lactando no podían salir de su casa por cuestiones de que se exhibe una parte púdica. Hoy, se cuentan historias culturales de que en un concierto una mujer lactando fue cargada en hombros mientras extraía leche y lanzaba algunas gotas y chorritos a los presentes. Esto, sin duda para algunos críticos, se justifica por la imperante existencia del concepto de abundancia y progreso: si al chamaco le puedo dar de leche en polvo y en las farmacias siempre veo los almacenes llenos de alimentos para bebés y crecidos, desperdiciar mis alimentos en señal de convivencia social es la moda, además de que no haré tanto daño como aquél que avienta una botella con refresco.
en la risa de oro y la voz de cristal.

10 de diciembre de 2007

¿En qué musa vamos?

Sí, la musa de la ausencia merece también su pedestal, pues ella sabe inspirara los que buscan cómo actuar como ausentes. Y alguien aquí, quizá seguidor de Neruda, ha de decir que hay una musa más del silencio. La cosa es que,m en este entorno, el lugar común preferido por muchos es el de llamar musas a todo lo que puede inspirar algo en un rtista. Tenemos así, a Farina, musa del pan y las galletas, a Eurgía, la del desmembramiento, a Fotocopé, musa del plagio, yo qué sé cuántas es que vayan. La cuestión es que hay algunos que ya registraron su musa y ésta ha recibido un número. Como la décima, de Herbert Read. La musa de los ensayos. Mejor dicho, de los argumentos que nos convencen de una mentira. La expresión de una idea. Y ya no digo más porque no se sale de aquí nada de lo que Read ha dicho con seguridad en sus opiniones sobre el arte europeo. La de la crítica:
si te acercas nada es útil para esta inútil bruta, ciega, sordomuda, torpe, traste, testaruda, es todo lo que he sido por ti me he convertido en una cosa que no hace otra cosa más que amarte
Pero lo castrante es que cada poeta y artista va sacando a su propia musa, pues ha olvidado a las de siempre y comienza a creer que otras tienen la misma capacidad lujuriosa de Erato. Y vivimos entre musas según estos intelectuales y no ven que sólo son mujeres. Puede decirse que son Mujeres con M de Mamasotas o de Minirrica o de lo que sea, incluso de Manuelamerecedora. pero nadie ha de reparar en que sólo son mujeres.