La pregunta que se intenta responder en esta digresión es, exactamente: "¿Qué gansitos es una crisis de identidad?"
Esa mamada de la identidad o sentirse parte de algo es un proceso social de inclusión y adversión ante lo distinto; ante eso que no somos y que no nos gustaría ser. Pero en estos tiempos de libertad de elección de todo tipo de identidad es de mal gusto que alguien cuestione las creencias del que es distinto. Y de ahí resulta que descalifiquemos al que no es como nosotros. Pero dejemos esta parte teórica para comprender justamente en dónde podemos hallar algún asidero conceptual.
El origen de esta crisis de identidad es, justamente, que nadie nos enseñó a definirnos en conceptos porque mentalmente somos incapaces de cuestionar estos mismos. Entonces podemos decir que ahora las crisis de identidad son, mejor dicho, crisis de significación.
En el plano predeterminado de entender qué forma un proceso de significación, como sociedad no podemos aceptar que una persona entienda algo distinto de un mismo término, pues el sentido de los signos nos lleva siempre a un mismo referente: nos cuesta considerar siempre la posibilidad de que una persona no coma cerdo por preceptos religiosos o que no se vacune contra la varicela por alguna sospecha contra los procederes de la ciencia.
En una clase reciente, necesitaba que mis estudiantes comprendieran que esta parte tan simple de la vida es una formación automática de sentido impuesta por muchas condicionantes que nos rodean. Meterles un poquito de Wittgestein o Filosofía cualquiera como doña SEP manda: por contrabando, indirectamente. Así que se empezó con algo fácil:
Llega una tia de visita y mi mamá me ordena acercarle una silla. ¿Puedo ofrecerle una silla que tiene picos o navajas en el asiento?
Estoy en un lugar distinto al mío, no he comido en tres días y, cuando estoy cerca de una persona que me entiende español, le pido comida y me da un ratón en caldo. ¿Por qué?
Términos como comida, silla, o regalo ilustran que la gente no se pone de acuerdo en qué es cada una de estas definiciones, muchas de ellas regidas por construcciones y regulaciones sociales: Un gato no es un regalo de bodas, ¿verdad?
Pero eso es trivial en comparación con otros conceptos. porque no hay ideologías fuertes que controlen tal o cual sentido de la palabra silla . El problema es cuando la realidad puede no tener un asidero porque debo usar un término en el que he depositado mi identidad; como bueno, malo, permitido, útil, inteligente, rico, pobre, hombre, mujer, honor, inmigrante, criminal, casadera. Esos planos donde uno, como profesor, no puede ser el dogma ni la autoridad máxima, sino un vehículo que les permita limitar hasta dónde estas palabras se definen por la sociedad y qué elementos semánticos de dichos términos podrían ser considerados como normalmente verdaderos, e inamovibles.
Pasar desde los signos que refieren a grupos de objetos hasta los que determinan una cualidad de objeto o persona puede dar entrada a que las creencias de nuestros estudiantes se sientan en peligro y se intente defender su existencia y vigencia ardientemente; justo cuando la clase versa sobre intentar definir estos conceptos sin valerse de los llamados "prejuicios" y nociones socialmente inherentes, alguien sentirá que el profesor la agarró contra él. Fue así como un estudiante puso la siguiente pregunta que tocaba nociones de ética, moral y no sé qué otras cosas, según eso: ¿Es malo patear a una mujer embarazada de ocho meses?
Obviando que la pregunta es un cliché que desencadena en la noción cristiana de la defensa de la familia y la condenación del aborto, para el ejercicio de la clase de semántica, era una buena actividad separar cada uno de los elementos conceptuales de "malo".
Odio la mayéutica cristiana.
Porque, justamente, el salón empezaba a tocar la parte de la mayéutica. No es porque no estén listos para la mayéutica y sentirse desorientados, solo que el interés por tal cuestión era compartido únicamente por quien posó la pregunta y el objetivo de la actividad no era hablar de argumentos para salvar a un bebé, sino de argumentos para definir conceptualmente la idea de lo malo, lo más posible sin interferencias sociales. Hice notar esta diferencia de objetivos y se enojó. O se calló. O algo.
De esta reacción, puedo concluir con dos ideas:
Primero, algunas personas se sienten con la obligación de defender sus creencias, especialmente si lo que los rodea les resulta algo que no parece convivir en armonía con su estadío conceptual. Estar en esa posición no es siempre fácil, pues tienen la tarea de buscar argumentos para convencer a la mayoría, esa gente reacia a cambiar de opinión o tener que justificarse ante ideas divergentes.
Segundo: la gente ha discernido sobre discutir y tener o no razón; pero hacer notar que no se habla de lo mismo causa a veces un conflicto de significación y, por ende, de identidad: Hablé de algo que no era apropiado aunque yo creí que sí. ¿Cuándo puedo hablar de esto, entonces?
La actividad consistía en estar conscientes del papel que juegan las ideologías y la sociedad, en verlas como una herramienta inconsciente de creación de significados que los altera o adapta, pero nunca se trató de atacar la formación de los individuos para cambiar la forma de pensar, sino solo cambiar el método de significación. Las dificultades de lograr una definición sin este bagaje es difícil, pero justifica la limitación que siempre tendrán los diccionarios al momento de querer definir un grado cero de ciertas palabras.
El ejercicio que queda por hacer para notar nuestra crisis de significación es más un dilema de responder todo sin hacerle caso a la descomposición conceptual cuando se nos pregunta algo, como si estuviéramos seguros de lo que está definiendo toda nuestra realidad. Es así que me han tachado de muchas cosas cuando no me preguntan lo que soy. Estoy en contra de quienes buscan dejar a otro en la supuesta confusión que dará el cuestionamiento de sus principios, pues no aceptan una explicación que no es la que ellos ya tienen planeada. Estoy en contra porque su posición antagónica se basa en suponer mi circunstancia para ponerla en duda, cuando ni siquiera yo podría definir mi circunstancia.
Por poder hablar de tantas cosas, quienes no saben sobre mi formación piensan que soy ingeniero civil, estudiante de medicina, cristiano, católico, meditólogo, nutricionista, cocinero, evolucionista, técnico en computación, pediatra y hasta jardinero. Usar estas nociones cuando la gente me pregunta cosas es caer en el error de buscar definir mi persona, no mi sistema de creencias y conocimientos. En cuanto a mi circunstancia y actuar, no creo en nada, intento conocer. Y la gente se frustra porque no obtiene de mí lo que buscaba, pues la religión y todo eso que a otros les da identidad, para mí es más cercano a un simple tema de discusión en donde muchos han dicho cosas.
Pero estar consciente de los pasos de baile que te exige una sociedad en cuanto a sistema de creencias y las acciones que se esperan de ti es un problema, pues a pesar de reconocerlos como una simple opción, no te la puedes pasar en la búsqueda de sistemas de conocimiento. Es como saber que debes bailar aunque no te guste; y mientras puedes sacar tus propios pasos y ritmos, no te queda de otra.
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