18 de agosto de 2016

La historia del separador (2)

Sé que las historias de chico conoce chica o cualquiera del tema amoroso me salen aburridas, así que íntentaré ser breve. Por cuanto toca a hablar de la niña que estaba en la foto, fue casualidad que estaba en uno de los grupos que yo tenía. Sólo que en la foto se veía más acorde a las formalidades que piden para cosas oficiales. En cuanto a saber si ella misma usó la foto como separador o si había sido alguien más, esto se resolvió porque tenía algunos trabajos escritos de mis estudiantes. La letra de las acotaciones no era la de ella; era ligeramente masculina y distinta a la de la estudiante.
Seguía preguntándome cómo era que este lector usaba algo así como un separador. Si yo tuviera un retrato con algo de valor emocional, lo protegería mejor. Pero en esos momentos de masticación del pseudo-panini, recordé un incidente con este libro.
Con la mochila llena, era difícil sacar la computadora sin hacer un desastre, así que, para liberar presión, saqué antes los libros de mi mochila y los puse un rato sobre el escritorio. La clase necesitaba mi computadora, así que tal vez íbamos a hablar de la conquista o de los cenotes. Uno de los chamacos se quedaba viendo a los libros. Me dije que esa edad era de distracciones y miradas fijas en un objeto elegido al azar, así que, antes de estar viendo que el asistente estaba leyendo cosas en francés cuando se supone que debía fingir mi ignorancia completa del tema, tal vez este niño intentaba confirmar que yo tuviera ese libro en mis manos. como si en su delirio de ya mucho tiempo existiera una seguridad de que nadie iba a tomar ese libro tan amarillo y feo y de temas árabes.
La de la biblioteca no me dijo quién había tomado el libro antes que yo. Parece que su sistema no consideraba más que el caso de libros que salían y regresaban tarde. Igual que acá, les valía gorro si alguien los rompía o los subrayaba. terminé de leer hasta donde el otro había dejado su marca de separador y lo regresé a su lugar un mes después mientras que los otros libros ya habían sido entregados y sustituidos por Balzac, Queneau,  Kawabata y otros. Que sufriera por su error de dejar la foto ahí.
Levanté el castigo y dejé que la vida estudiantil de esa pobrecita alma continuara. y parece que fue más cuidadoso esta vez, pues la siguiente semana el libro estaba ahí y lo volví a sacar. La lectura guiada había desaparecido. ocasionalmente se veía uno que otro trazo mal borrado, pero era todo. La foto también había desaparecido. Sin notas, tuve que adentrarme a ciegas al resto del desierto poético.
Días después, una profesora me extendió una invitación para que me cayera sobre el hielo por primera vez en mi vida. Ella lo llamaba patinar, pero mi poco equilibrio prefirió llamarlo darle de rodillazos al hielo. Aún así, ese día coincidió que en la fila de entrada, a unos quince lugares del mío, vi a este estudiante hablando con su amada, no sabía si de amores, pero hablaban y hablaban y estaban solos. Ya en el hielo, mientras yo tenía que usar a veces la barda de la pista para patinar, ellos la usaban para otra cosa. Oh, final feliz de preparatoria.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario