7 de marzo de 2008
del jueves, o de por qué no escribo del viernes
El día jueves, debo decirlo, fue un cambio radical de actitud: dije a mi propio ente: vas a escribir en tu blog algo de tu vida.
Todo flojeroso, dije: mejor lo escribo con un día de diferencia para que no me digan que soy un copión de acuerdo con muchos de los que tienden a hacer su autonovela en los recovecos interneteros. Y dedicaré esos minutos de mi preciado tiempo a jugar puzzle pirates, juego donde, aunque soy malo, perdí cerca de dos mil piezas de ocho. Entonces, luego de tener tan aplastante record en las denominada actividad del swordfighting, puzzle que es una variación del Puzzle fighter de capcom, o por o menos ese fue el ejemplar que me hizo familiarizarme con el juego, hice un alto y me dije: en ese caso, tienes que hablar del miércoles y no del jueves. Así que ese día, jueves, me dediqué a hablar del alfa de esta nueva actitud, que me dio flojera publicar pero tenía que ver, casualmente, con un celular perdido, mismo que encontramos casualmente cuando íbamos de regreso de la escuela.
La cosa empezó con un cárgame, que derivó en un bésame y, en el letargo del que busca emparentar la escena amorosa con un elemento del ambiente como para decir: "la vez que me pusiste contra la pared de la estación del tren ligero, vi un celular en el suelo" o del tipo: "Creo que pisaba sobre un chicle y el sonido del despegue y aterrizaje de mi suela no me dejaba concentrarme", mis ojos se posaron sobre una figura rectangular con un parecido al celular de Mi, lo que me hizo pensar en que podría recordar algo así como "cuando aquella vez encontré que el sabor del gel para cabello y mi saliva no combinaban durante la masticada, noté que Mi perdió su celular". Pero después de preguntarle si tal era suyo, ella lo recogió y se puso a hurgar en la otra interfase, amenazando, en su manera novata y errónea de manejar ese aparato, con borrar las fotos de la niñita y su prima, o bueno, quise pensar eso porque la otra posibilidad era la de una parejita de niñas adolescentes que se han mimetizado hasta parecer gemelas, con rostros sonrientes y similares, juntitas, abrazaditas, con bocas y cuerpos que podrían ser muy maliciosamente agradecidos con el hombre despistado que les devolviera su celular. Por desgracia Mi era la que lo traía y quizá por un instinto de celos (llamémosle: "Protección del novio") o porque detesta los Sony Ericsson seguía apretando insistentemente la tecla de C. Pero entonces la idea de un trio de agradecidas pasó por mi mente cuando el teléfono sonó. Mi adivinó mis pensamientos y colgó en lugar de contestar´, pero eso de que después siguió apretando la tecla C indicó que simplemente se equivocó tanto de tecla como de adivinación. No quedaba de otra que esperar a que volvieran a llamar, lo cual no pasó...
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