23 de marzo de 2008

Lindo pescadito...

Bueno, ya me dijeron que estoy escribiendo como negro o que un tono de rosa mexicano, casi a manera de peluche, ha invadido MI blog. En fin, que contar las viscocidades del diario haber no es lo mío, simplemente porque tengo una vida de hueva que se alimenta de la misma rutina.

Mi hermano llegó con un pez en una hielera del oxxo, que porque un tanquecito de cuarenta litros le quedaba muy chico y no sé qué más, que luego lo tiraban en Teuchitlán o se lo echaban en caldo, opciones que no parecían buenas por eso de la rana en Australia o los plecos en sabe qué lugar de México, y la del caldo por eso de que todos los productos que se venden en la acuariofilia recomiendan que no se usen en peces para consumo humano. Si observan con deteminiento, verán mi sombra, signo de autenticidad, y por ahí se ve a una de mis hembras betta huyendo hacia el musgo de java que es inapreciable pero está cerca del tronco.
La historia fue terminada cuando mi madre fue al tianguis y le dijo al que vende peces acerca de un pez grande que no cabía en la pecera y que querían poner en un lugar distinto. Le dijeron que luego enviaban a alguien por él y así fue.
El pez tenía aspecto de pez gato o algo similar (tenía más bigotes que yo, pues) que creció hasta los sesenta o cincuenta centímetros, tenía la piel lisa y en cierta forma delicada, pues carecía de escamas y se veía fácil de herir, pero no investigué más porque se lo llevaron pero no pude adivinar más porque se lo llevaron y no pude hacerle alguna buena toma para el recuerdo. Si valiera la pena contarlo, el señor que se lo llevó parecía saber algo de peces, pues dijo que "pues, parece bagre" y quizá sólo yo lo vi que estaba salivando y una gota de su baba cayó a la cubeta que llenaba con agua del mismo tanque para llevarse al pez. The End

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