7 de julio de 2008

Chistoretes

Bueno, yo me critico y por eso sé que ustedes, mis lectores del toposuranos, detestan cuando muchas de mis novelas, mejor definidas como intentos vácuos de ensayo sobre una u otra vida ridícula, comienzan con un personaje que orina. La verdad es que tal cosa es un principio muy simple y mi obsesión no está en querer ver en una novela de tebasteca o telvisa a una persona orinando, sino que debo evidenciar a todos los hombres: antes de la orina matutina no recordamos ni madres de quienes somos. El expulsar los trombocitos nos hace alcanzar el om por un momento y sentimos ese escalofrío donde se nos refresca la memoria. No me entienden ustedes, lectores anúricos, pero pongamos por ejemplo que B es mujer y A se la estuvo echando la noche anterior en casa de A. Y B es su esposa, pues. En la mañana, B oye ruidos en la casa y le dice a A que vaya a ver. Era un ladrón y no lo puede reconocer porque A no fue al baño primero. De hecho ni siquiera recordaba en dónde estaba y cuál era su casa ni nada de eso. La otra versión es que B le dice a A que vaya al baño y revise la casa. A se guía por el olor para llegar al baño y de ahí en adelante el ladrón es reconocido fielmente por la memoria. Entonces, como queda demostrado en este mundo, la orina en mis novelas de bajo presupuesto no es una simple referencia a algo que todos hacen y que tiene tanta fotogenia que hasta su participación dota de sentido al golden shower y al golden mouthfull, sino que es una manera de decir que mis personajes están arrancando. Es como el humo del escape cuando un auto está frío

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