21 de octubre de 2015

El juicio del espejo

Hay mucho misticismo en ese artificio maligno que nos muestra un mundo similar al nuestro mediante la reflexión de la luz en una superficie normalmente plana. Que de ahí salen los espíritus, que cuando hay una muerte en la familia es recomendable taparlos, que si lo rompes le puede ir mal hasta al vecino, que tener uno en el lugar donde se duerme es riesgoso, que es de mala educación ponerlo en el zapato o en el suelo con intenciones libidinosas, etc. Pero vayamos hacia el estadío del espejo y lo que pensé que significaba
Lacan habla del niño merolico que, ante un espejo y con ayuda, normalmente, de la madre, se da cuenta de que tiene un cuerpo. Y uno dirá que este descubrimiento no es muy importante ante una persona, pero tiene una gran influencia en el comportamiento de la gente: Si uno se sabe gordo, se sabrá estorbante y, al acercarse a un espacio estrecho, tomará posiciones que un flaco no tendría.
Pero corresponde a otra posición no muy lacaniana hacer el siguiente planteamiento: juzgamos a los demás desde nuestra conciencia corporal y física.
Ante esto, algunas personas, al ver a una persona de corto entendimiento, rara vez se preguntan si él sabrá que está idiota. Normalmente, la respuesta es un no relativo.
 Imagine a un niño que cante. La primera referencia real que tendríamos sobre si lo hace bien o mal, es nuestra mera concepción de cómo cantamos nosotros. Si en nosotros no existe un conocimiento de las reglas del canto, valoraríamos a la persona y su habilidad a partir de la nuestra. Sin embargo, en muchos casos, nuestros juicios son errados porque nos tenemos a nosotros mismos como referencia. Si yo me considero una persona muy ocupada, tildaré de flojo y haragán a otros, como a quienes piden dinero en la calle. Tal vez no considero la cantidad de horas que duermen, los kilómetros que andan en total, las horas ante la luz del sol, el tiempo que pasan racionando su comida y agua, los esfuerzos por no pensar en hambre, los sobornos a que son sometidos. Los tildo de flojos porque no son como yo, ni trabajan como yo. Así mismo se juzga la inteligencia de una persona. Vemos un error de ortografía y nos decimos que nosotros no lo habríamos cometido. Vemos que alguien pregunta algo que nosotros ya entendemos y lo consideramos menos aguzado. Pero nunca estamos conscientes de nuestro estado. ¿realmente seremos inteligentes?¿Nos interesa ser más inteligentes sólo por un instinto de competencia o es una verdadera curiosidad del ser?

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