1 de mayo de 2013

Con su permisito

Lo malo del humor mexicano es que no se puede ser gracioso si no se está en la misma sintonía que el que dice la broma. Por ejemplo, un señor que en una feria de vinos me vendía por setenta euros una barrica como en las que juega el chavo del ocho me dijo: "¿Dónde vive? Yo se la llevo si quiere". Tan desesperado estaba por vender su barrica de vino como yo por no comprarla.

Le dije que no era posible porque mi casa estaba en México. "Ah, no, para allá sí es difícil llevarla, además, es muy peligroso, ¿no?" Me reí en su cara, puse un gesto de amenaza que desde el exterior seguramente (como nunca pongo gesto de amenaza) pareció un gesto de fiesta, y le dije en tono sarcástico. "No, para nada, puede llevar su barril sin problemas, sólo quizá usted regrese adentro". Todos con cara de idiota y se cambió el tema, prefirieron aplicar la de que no le entienden al extranjero lo que dice, o en su falta de creatividad y experiencias, una novela en la que se esconda el cadáver en un odre de vino se convertiría en un éxito y ganaría algún premio.
Nuevamente me topo con alguien que cree que salí de México porque mi país apesta o porque tengo miedo de regresar. Y parece que para un francés el exotismo de mi país es que se encuentran en riesgo de morir sin saber dónde, cuándo y por qué. Sí, la gente vive en terror y a quince metros de nuestras casas un borracho en camioneta puede disparar a quien quiera y hay gente que corre con mala suerte. También los autobuses pueden atrapar el brazo de alguien y romperlo al andar; también pueden pensar que eres narco y te esculca la policía; también pueden ver que tienes más dinero que otros y te querrán extorsionar; también te piden dinero en la calle y en sus amenazas se puede ver que hablan en serio cuando dicen la palabras fierrazo; también te cuidan tu auto sin que lo quieras y te cobran el servicio sin que lo quieras; también te bajan del autobús para prenderle fuego; también en el metro te pueden agarrar las nalgas. Y muchos otros también se pueden incluir.
Esto me recuerda la campaña de Dove contra la fealdad, en donde se le pregunta a una mujer qué no le gusta de su cuerpo y en dos segundos ya dicen que sus ojos, su nariz, que sus lonjas, que su mentón, y cuando se le pregunta qué es lo que le gusta de ella no hay ninguna respuesta a los dos segundos. Es un esquema con repetición ad nauseam en cualquier otro aspecto, de la ropa, del país, de la música.
Una gran parte de mi país puede adaptarse a miles de situaciones más rápido que estos franceses. Que si se le dice no a una simple cosa en su vida se quedarán como idiotas sin saber qué hacer. En fin, que si llegara una crisis en este lugar tan estructurado, el mundo se termina. En México estamos en crisis desde que esa palabra se inventó. Y la gente sabe sobrevivir, buscarle. Aquí se torea el salario desde que el sudor se pagaba con sal o con rayitas en un cuaderno. Por eso México es un lugar al que quiero regresar. Que el que diga lo contrario abra bien los ojos. El siguiente paso, claro, es no conformarse con toda la belleza que nos rodea, pues eso es lo que nos tiene jodidos.

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