5 de mayo de 2013
Historia racontada mil veces número 2
Al regateo se le llama, por esos lares,negociar.
Todos los domingos son de tianguis, o de un lugar llamado mercado en donde la gente se permite negociar con los vendedores diciendo que por qué ese melón chino está a cinco euros si es más pequeño que un puño, de por qué la pera está tan cara si ni siquiera está sonrojada, o donde los más atrevidos demuestran con una fuerza sorprendente que un pantalón se desgarra a jalones facilmente y también en donde paradójicamente los padres de familia de origen magrebí buscan, para seguir sus tradiciones, ropas fáciles de desgarrar. En ese lugar,me acerco al vendedor de pollos rostizados.
El objetivo no era comprar uno, sino verlos girar, pues según yo estaban girando al revés de como giran en México. Pero el hombre que los vendía me llamó con un "joven" y caí en su trampa:
--¿No lleva un pollito? es de buena calidad y le aseguro que está...--se lleva los dedos a la boca y los chupa en señal de delicia, pero acababa de agarrar dinero y en su gesto se disfrazaba un poco el sabor metálico del "bisnes".
--Y, ¿en cuánto está?
Él puso cara sonriente de negociante árabe, la cual le salió muy original por ser árabe. Yo, sordo como yo mismo, sólo escuché un:
-- a cinco euros con paramercaramnueve.
y dije, acostumbrado a que los estudiantes repitan la frase con sólo hacerles un gesto y decir el principio:
-- ¿cinco euros...?
Ahí fue que el señor dijo lentamente un "está bien" con una cara de negro mal pagado, misma que, para ser árabe, le salió de poca madre. Embolsó el pollo, dijo gracias y repitió su frase de pollo delicioso sin chuparse los dedos. Ése fue mi primer regateo en el viejo mundo.
En cuanto al pollo, el sabor a rostizado es distinto, por si se lo preguntaba usted.
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