22 de mayo de 2013

Historia racontada mil veces número 3

¿Pierde usted con frecuencia las llaves de su casa? ¿Está harto de invertir más de cinco minutos en buscarlas y siente la presión de llegar tarde a su trabajo o a sus reuniones?¿Al final de su búsqueda las encuentra en donde usted ya había revisado? o peor: ¿las dejó pegadas por fuera de la casa? Acá los franceses también. No está usted solo. Y los franceses encontraron la solución a este problema.

Era un clase como cualquiera, de esas que terminan a los cincuenta minutos y preceden una pausa mayor para ir a comer. Mientras cerraba la puerta con llave como marca el reglamento después de hacer uso del aula, una colega me saluda con toda la gentileza del mundo, que puede ser poca en Francia. Se hacen los quetales y las zalemas y todo eso que son pláticas de pausa para comer. Y cuando termina de contarme las aventuras de su gata Chocowaffle (así llamada, creo), la colega reacciona enérgicamente contra algo que en su cintura empezó a armar un estruendo y lo lanzó por los aires como alguien se quitara una araña o un botón o algo que nos asusta sólo por estar ahí, donde normalmente no hay nada.

Retuve mis ánimos de caballería para no recoger en su lugar lo que había lanzado. Reconocí entonces un llavero. Ella fue a recogerlo y se disculpó por su conducta, no sé si conmigo o con sus llaves. Acto seguido, me dijo que mataría a su novio, quien le había regalado ese llavero la noche anterior como un detalle para que ya no se le perdieran las llaves.

Entre los pasillos de los supermercaos, así sin "de" porque después este blog se llena de visitas de investigadores de Chedraui, Carrefour o similares, usted puede encontrar una sección de llaveros de procedencia china, belga u holandesa, que  vibran, emiten un sonido, lanzan una lucecita, le brincan, le bailan le mueven la pancita o tocan la lambada. Y basta que usted aplauda y chifle para que estos llaveros le manden a la niña o le digan en dónde están sus llaves, sus celulares, sus hijos, sus papeles importantes, el control de la tele y todo aquello que se le desvalije en el desorden de su casa.

El problema de esta profesora, es que, al parecer, su modelito de llavero estuvo pitando y pitando y pitando como loco durante todas sus primeras tres clases. Ella dijo que estaba descompuesto porque sólo debía responder cuando le silban o le aplauden. Y ya en eso, volvió a sonar el tiliche ese.

Si bien Sherlock Holmes ya lo habría resuelto, yo les presento la respuesta. Esta señora, amable entre las amables, cuando habla y pronuncia una zeta francesa deja escapar un chiflido entre los chiflidos, el cual es detectado por el llavero y resulta más un detector de defectos del habla que un detector de objetos desbalagados. Por fortuna, ella vio inocente que yo riera cuando ella comentó que este artefacto del demonio belga, chino u holandés la despertó cerca de cinco veces durante la noche. Creí que sólo los personajes de Disney silbaban cuando dormían.

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