7 de noviembre de 2007

Inteligencia en abonos

Ahora sí, como muchos dicen, la inteligencia y los procesos mentales se nos dan según los merecemos, tanto por el pecado de nacer ofendiendo a los que nos rodean o por ponernos como estúpidos en las cercanías de un libro, o por viajar en el autobús o por rascarnos el sope o por llamarle sope a la axila. Es por esta razón que no entiendo por qué una persona se empeñaría en enseñarle a otra el hábito de la lectura, peor aún, el de la escritura. Sé que la enseñanza parece un deber de algún tipo para todo ser humano, que tratamos a los tutorandos como trataríamos a los hijos. Y he ahí el problema, padres malformados, dado que al querer lo mejor para sus alumnos sólo buscan su efectividad como maestros, no un verdadero interés humanístico por ver al chamaco tomar un libro a iniciativa propia. Eso, aunque bien podría caer en mi ya conocido diálogo de la variante snob que enseña, ahora viene a a caer en la preocupación de que mis compañeros de carrera presentan un hueco generacional realmente enorme y no soy el único que considera una pendejada su forma de actuar bajo los mismos elementos que regían sus vidas en la preparatoria, o en la secundaria, o en la primaria. Digamos que los estudiantes de ahora, sin hablar de las excepciones de aquellos padres que no vieron la escuela como una guardería y el televisor como la niñera, son eso: pueris con los derechos y vicios que otorga el ser adulto. La cuestión que nos involucra es que esta generación probablemente echada a perder debe tener algo especial, alguna razón por la que eligió la carrera de letras y que en cierta forma nos une. No es su amor por novalis o el cuervo de Poe, ya que ellos se siguen en otra línea llena de los baches benedeti-sabineanos y todavía piensan que la primavera no puede ser cruel. Su grado de idiotez debe compensarse con otra cosa que los haga atractivos para la carrera. O será el final de otra carrera. Bien ha dicho otro: una universidad sin facultad de Filosofía y Letras no es universidad, solo una academia. Puede que estemos presenciando que estas secciones dentro de la Universidad que me educa han comenzado por deteriorarse y quedar, como todo buen jalisciense, en una sola pose de intelectuales.

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