8 de octubre de 2007
Lo clásico
Es domingo. Bueno, para el lector y para otros, no importa siquiera qué día sea, pues de hecho esto lo escribo en un lunes. Pero ahora me toca hablar nuevamente de un fenómeno clásico entre los mexicanos.
No sé, señores, si esté traicionando algún manifiesto intelectual al momento de ponerme a hablar de fútbol, supongo que entre los intelectual-artistoformes no tendré buena recepción, pero dejar afuera este tema es como omitir una parte de nuestro objeto de estudio.
Dirán, entonces, que yo debería ser estudiante de antropología o sociología y no un estudiante de letras, pero muchas otras ocasiones he abogado por la multidisciplinariedad del ser humano: Ustedes que son de Letras y me pueden atacar, digan si no estudian música, tocan algún instrumento, saben acerca de las noticias del día, incluso en su poca experiencia como catadores de vinos buscan el que mejor convine con los tamales de rajas. Somos, antes de literatos, seres humanos que no pueden vivir sólo de letras así como los doctores no viven sólo de anatomía y otros procedimientos. Tal es la circunstancia que yo veo.
Entonces, sea que así está la cosa. Hoy domingo, veo un clásico que a pocos habitantes de México les importa: el clásico de Argentina: Boca contra River. Sin una emoción partidista, me sentí como viendo el canal del congreso de Somalia, si es que tienen uno: simplemente es algo que no me llama la atención pese a que hacen lo mismo que nuestros jugadores de fútbol: corren tras una pelota y la patean sometidos a reglas deportivas hasta que se termina el tiempo de juego.
Entonces lo lejano muchas veces no nos atañe, incluso inconscientemente sentimos que un partido en el que ni siquiera juega el atlas carece de emoción.
Lejanía en distancia: no nos interesa si gana determinado grupo en el congreso de Timor Oriental respecto a poner un puente en un río que probablemente nunca visitaremos.
Lejanía en tiempo: Hoy día no interesa todo el pasado en el que vivimos.
Si aplicamos esto a los mitos, el fútbol, desde una postura mítica, pareciera que es simplemente una historia de guerra por tener la razón. A partir de ellos se vuelve a la creencia de los héroes y sus ayudantes. Los deportistas son humanos que transmiten una emoción al que lo ve o escucha, como la Iliada. Tachamos de cobardes o idiotas a los que fallan en la historia y hablamos de sus goles y hazañas pasadas. Pero falta algo en ellos que no logra pasar como digno de tener una verdadera historia. ¿Qué hace falta para que tengamos películas como Hugo Sánchez contra las momias?¿Necesitamos momias que jueguen fútbol?¿futbolistas que sepan pelear?
¿Nos sirve de algo tener héroes dentro de un deporte que, al terminar el partido y no estar anotando goles o desempeñando el cargo en turno, son realmente inútiles? ¿Por qué Chabelo y Pepito sí tuvieron la fuerza suficiente para salir en una película?
Hay comerciales con historias épicas de fútbol que sólo sirven para vender comerciales, pero hay una trama. Qué sucede entonces con estas figuras del deporte, no lo sé.
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