Hoy fue un día económicamente desgastante por culpa del desempleo.
Y no es que yo sea un mantenido, pero los fines de semana se hacen largos si no voy a trabajar en estos días.
Alguna vez dije que el subdesempleo era la forma de vivir conscientemente mal, sabiendo que aunque se tiene dinero, no se tiene el que se quisiera.
Lo que es peor, el subdesempleo se conoce como la nueva pose del artista farolazo: trabaja en algo que no le exige ni siquiera tener que ir a trabajar y asimismo le da la chanza de sentirse despegado del sistema.
Es como todo: cada persona se exige lo que se le antoja, ya sea en un trabajo fijo o uno celular. Y los problemas son generalmente los mismos en estos días: hay trabajos sin seguro ni estabilidad de contratos y hay puestitos de collares o tacos que no van a trabajar en los días del antojo y el sueldo.
Lo que se vuelve más preocupante es cuando se habla de manutención: a los que trabajan con poco salario en el sistema, se les acostumbre ver en la casa de sus padres por una u otra razón, y a los que andan en los trabucos del subdesempleo, buscan un lugar o personas que tengan la vibra suficiente para dejarles vivir en un cuartito durante algunos días y buscan el alimento de otros, escarbando los instintos maternales de cada ser vivo lejos de casa.
¿Cuál vida debemos seguir?
Los viajes tienden a ilustrar a quien se lo propone, pero nunca se les hará viajar lo suficiente. Yo me rindo, pues el viaje es mucho más cómodo y aburrido que la vida rutinaria, misma que nos brinda los peligros de perder el tiempo, la vida y la conciencia.
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