28 de abril de 2010

Agnorancia

Hay tantas cosas que se dicen de la risa que ya no sabría decirles qué es cierto. Pero a la gente siempre le da por reír por más alterada que esté. Nótese que hablo de la gente, de esa masa que está en los centros de la normalidad, de ésa que se huele el sope y el pan a cada día. Y hoy no es la excepción.
Estando en un prado con banquitas verdes, me dolió un poco la cabeza y mi cuerpo, resistente o mejor dicho reacio a tomar medicamentos, me sugirió que me durmiera. Así que me sosegué en ese prado y en lugar de pensar y reflexionar en las cosas bondadosas que D--- hixo, fijo fizo y asimismo hizo por los tiempos de los tiempos, me puse a pensar en el acomodo y orden en que yo escribo las comas, y mejor aún pensé que debía cambiarlo, pues no necesito ser canónico en este lugar y con que me entiendan me doy.
Pero luego me puse a pensar que en este país, ser canónico no quiere decir que uno se vuelve regla, sino que la regla nos guía en lo que hacemos. Y en éstas estaba cuando me dormí.
De pronto, como no bajé al infierno y si lo hice no tenía ni puta idea de cómo encontrar a Virgilio en un tianguis de ropa a mal o segundo uso, sentí que tenía que despertar porque alguien se reía.
Y efectivamente, se reían, tres mujeres de una cuarta, rete raras las condenadas, alguna pintada de rojo, otra de líneas verdes y negras, otra toda negra y la otra con una falda que mostraba los calzones de abuelita que ésta, la cuarta, llevaba.
¿Puede la ropa dar risa? Sí
¿Es normal? No, bueno, depende.
¿de qué? Pos sabe, o sepa, según sea usted o tú.
Dicen los díceres que la ropa causa gracia cuando ésta es extraña, y por eso los payasitos y jesters y otras clases entonces sociales que se valían de sus atavíos son recordados en la historia. Pero ahora causa risa todo lo que no es intencional, sino que se posa en la moda o en la ropa de la persona por un error de cálculo. Usar un sombrero no tiene nada de gracioso, sino solamente destacable. Pero el hecho, por ejemplo, de usar un sombrero del que no sabíamos que estuviera roto, es la sensación del momento. Lo peor es que todo esto tiene siempre una connotación sexual en la mente de los mexicanos: mientras más se acerque este detalle a las partes más moralmente escogidas, mayor es el caso de la gracia. Aunque depende de la cara que ponga el responsable cuando se da cuenta

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