1 de noviembre de 2006

Todo a su tiempo

¿Qué tan seguido le pasa a una persona el darse cuenta que ya no es el mismo? Sí, es la pregunta rectora de varias novelas, de esas que se preguntan sobre la manera de volver a ser un niño o tener nuevamente la edad en que se era más joven. Se puede decir que hay cotorronas que aun después de casi cuatro años de haber salido de un plantel educativo siguen diciendo que en aquel entonces su vida era felicidad, más por los amigos que se tenían. Hay momentos en que me siento poderoso y capaz de decirle a algunos maestros de niveles anteriores que creo ser mejor humano que ellos. Si me portaba aplicado, ellos lo ven con gozo, y si me portaba como un rebelde, me quieren mandar matar por envidia. En cualquiera de los casos, creo que tal evento sólo se da por la casualidad, los vuelves a ver, les sonríes y saludas, teniendo miedo de que te vuelvas uno de tantos alumnos modelo de los que se ponen a hablar después. Como sea, ya habiendo puesto en un hilo a la definición de amistad y no queriendo insistir con que estoy consciente de que todo lo que me rodea siempre se está despidiendo antes que intentando aferrarse, conclusión a la que llegué en una etapa de luto que tampoco importa mucho mencionar hoy, hablaré de un recuerdo que encontré mientras veía los archivos de mi computadora: Como pueden ver, los que me conocen de la prepa, los compañeros que me toleraron tres años, saben que no es nada nuevo, y tampoco para los que me han preguntado si le hago a la dibujada. Es un recuerdo que cuando lo veo me duele por varias razones: En primera, porque yo lo hice en aquellas épocas de poetita en que uno prefiere hacer dibujos y estatuas de hielo en lugar de hablar directamente con la chava, hoy resulta un golpe a la autoestima actual, y por eso debo hablar de tal trabajo En segunda, porque fue el primer rompimiento absurdo que tuve: olvidé su cumpleaños y eso se juntó a la distancia entre las dos casas y mi silencio acostumbrado, en fin, expertos de las relaciones que adolecen, aquí un mal ejemplo. En tercera, porque "La luna no sale sobre el tablero"(tenía 14 años, pues, perdónenme la baja creatividad para los títulos) está como mural en el cuarto que mis padres me asignaron en Cajititlán, ya casi no voy para allá más que en las celebraciones largas, pero esa es otra historia. En cuarta, porque el mural está hecho con plastilina y ustedes saben que la plastilina es algo difícil de embarrar en la pared, y parte de mis callos está en esa pared. En quinta porque me recuerda que ha dejado de lado el ajedrez, por si no se han dado cuante, la cinturita es causa de la cosificación del objeto deseado. En sexta: porque me doy cuenta que veo al catorceañero de mí con un aire de superioridad, como de seguro veré después esta entrada y las que vengan, nada nuevo bajo el so, pero quería poner seis porque es un número cabalístico cuyas propiedades desconozco. Ahora, sé que esto se ve más como un Miren, mortales, lo que Dios ha hecho, pero no es mi intención presumir mis primeros trabajos que no terminé, pero ustedes verán, queridos psiquiatras y vendedores ambulantes, que tiene una justificación. Todo a su tiempo

1 comentario:

  1. Me hiciste recordar mi propia juventud (sic, me sentí anciana XD), el caso es, también le hacia a todo un poco: pintura, escultura, dibujo... y ahora?? ahora hago ni madres, sólo arrastrar mi alma para que no se quede atrás de mi cuerpo...
    Gracias por la nostalgia sembrada! jeje >.<

    P.D. espero que el blogger al menos me deje publicar este comentario ¬_¬

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