8 de agosto de 2007

Colecciones, o mi poética del silencio

Dudo que exista un ser humano que nunca haya tenido el deseo de colectar cosas. Dudo que yo conozca el significado de la palabra colectar o si ésta sólo puede existir en un mundo paralelo. Pero, en fin, dudo que haya una persona que no acumule chucherías en algún rincón de su casa y en algún rincón de su vida.
¿Hay cosas que nacieron para ser coleccionadas? Tenemos las que fueron creadas por el ser humano, como muñecas en el clóset de Carballo (digo, si comenzaste un chiste malo que a nadie le gustó, hay que darle una venganza) los discos con cierta etiqueta, cartuchos de Atari, tarjetas de teléfono, ajedreces, libros de Cortázar o Roberger, calzones de mujeres, todos esos productos que se hacen en algún lado para que la gente los coleccione. Otras son las chucherías que, como niños o como enfermos expertos, obtenemos directamente de la naturaleza: piedritas, conchas, insectos, fetos, mujeres y hojas de árboles. Finalmente, los pensamientos, ideas, recuerdos y traumas que cada uno se carga también se coleccionan, interna o externamente.
Después de esa cátedra, que espero sea infructuosa en tanto falsa, me queda decir una objeción: esta tendencia a coleccionar cosas puede mostrar nuestra debilidad. ¿Qué tal si nos manipulan con un libro en su primera edición que tuvo sólo doscientos ejemplares y cien de ellos cayeron al mar o fueron quemados?, ¿o si nos muestran una tarjeta especial de baraja de Magic forrada en piel de humano o un gatito de porcelana o una rana o un collar o un ejemplar magnífico de piel de dragón o un diente de tiburón?. Nuestras colecciones nos pueden volver débiles, manipulables. Es por eso que, siendo nuestra mente una colección, debemos ser herméticos.
Y es que, siendo honestos, la mayoría de los pensamientos que forman parte de nuestra colección no son únicos, pues dudo ser el único que odia las noticias de la televisión y siente que los simpson han perdido su encanto desde hace cinco temporadas, o más; sólo estoy siendo tolerante. Nuestras colecciones terminan por unirnos o separarnos, pero considero que exponerlas en una conversación trivial es una mera presunción y es algo que se debe evitar. Pero cada quien. Digo que tampoco me gusta que en una reunión solamente se cante la música de fondo, pero mientras menos nos digamos podremos observar el daño que hace cada una de nuestras palabras.

El calladito dixit.

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