12 de enero de 2008

Il y a pourtant un certaine chaleur dans ces vers

Hay ritmos que nunca serán comprendidos, mas aquél que ha bailado aunque no haya sido en público notará que es una actividad relajante y social. Por eso es que no todos bailan ballet y no todos bailan reggaetón y no todos cabecean con el reggae y no todos respiran profundo con musiquita china y no todos gustan de cantar el padre nuestro en misa. Mis preferencias de música son yo y mi circunstancia, y por eso, aunque lo intente, estoy en contra de la banda sonora de la película Atlético San Pancho. El reguetón es, entonces, una circunstancia potencializada por la que pasan muchas personas: el sexo. La razón de esto es que el ligue y la cartitas y los niños que roban a niñas del pueblo ya casi no se acostumbran, o por lo menos no se ven en el programa lo que callamos las mujeres, la vida es una canción, Mujer casos de la vida real y todas esas sitcoms de la televisión mexicana. El que no vea la relación entre un ritmo cualquiera y la gama de emociones humanas verdaderamente carece del derecho de opinar sobre una y otra línea musical. La música reguetonera es la circunstancia de una sociedad que está aportando sus valores a una influencia de música superior, es, pues, el resultado híbrido del rap con la cultura hip-hop, el culto al sable láser del señor Lucas, los juguetitos que salían en la cajita feliz de MacDonald's, las revistas para adultos sin clase como el semanal de Marranas, de adultos con clase como Playboy y Maxim, el machismo religioso imperante en Latinoamérica y la mezcla de canciones populares chinas heredadas por las galletas de la suerte. Es como la música propia de latinoamérica en un momento similar al del romanticismo literario, pues busca su propio estilo en palabras tan antiuniversales y excluyentes como perreo, chacalonero, fondeo, y la reutilización de otras frases a las que se les agrega una connotación fálica como anteriormente distintos grupos también hacían una connotación psicotrópica. El que la gente entienda más fácil estos mensajes por causa de su amplia relación con el chorizo, las salchichas, los tamales, el mofle, la ardilla, el chango y hasta el clóset, no es culpa de la música. El factor de las rimas y ritmos depende en su mayoría de ajustar distintas palabras y este hecho requiere habilidades propias de un poeta en el sentido canónico, lo que desemboca en el estilo de acomodar un lenguaje criollo en un ritmo asímismo criollo. Además nadie entiende completamente cuánto se desgasta una manera en aras de definirse cuando la disquera les impone seguir un concepto que venda a una mayoría, pues de ahí han salido melodías idiotas como la de "bebé te quiero guoguó" o "I can see how you are beautiful, can you feel my eyes on you?"Sin nombrar las fuentes de empleo que generan estos tipos en el campo de la producción musical, administración de servicios en un concierto, producción de videos, playeras y similares, no veo en este aspecto un daño a la sociedad verdadero. Preferible es que canten y perrién, es decir, que jueguen a los albures y estén ligando a que pinten bardas y asalten. Hay tanto por decir, mas ya es suficiente, luego me copian de más

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