9 de mayo de 2009

Ficción

Es hora de hacer ciencia ficción: este día yo estaría haciendo lo mismo que hoy pero mi actitud sería la de que no tengo nada que escribir y debo prepararme para ir a trabajar el lunes. Mi día sería como cualquier otro, quizá con uno o dos tipos que acostumbran todavía el cubrebocas y posiblemente vería en la calle a un motociclista que le arrebata a un traseunte el utensilio clínico y lo arroja al suelo, no es importante qué, si el tapabocas o al transeunte. Llegaríaa trabajar, hablaría sobre el tiempo imperfecto y contaríamos una o dos historias para practicar tales cosas. Y después probablemente hablaría sobre la conjugación en pasado con un estudiante de Bahrain y en un tiempo libre hablaríamos sobre si existe el alfajor en su país y cómo es. El resto del día, en ese brote de empleo, iría a la escuela a apoyar a mi novia en su examen de literatura mexicana, cosa que yo no recuerdo como fenómeno. Y así sería el lunes, que terminaría con una cena tranquila. Este es uno de esos días en que no se puede salir a pasear mientras se enfría la avena. Sólo queda esperar y esperar y esperar a que el gobierno prevenga todo el daño que causa con su suspensión de actividades. Primero, todo el sector económico que depende de las visitas del extranjero habrá dejado de vender, y ahí estoy yo, pues a nadie le interesa aprender español en un lugar donde puede contagiarse de un virus nieto de otro. Segundo, las actividades cerradas por acumular personas afectan también a otros que no acumulan tantas personas. Guadalajara se va a poner difícil porque el gobierno espera que las personas lo hagan todo, al igual que con los cubrebocas y otras jaladas dispuestas a partir de utopías o posibilidades del primer mundo. Sin dinero, la gente se come al perro bailarín. Habrá peleas por latas de atún y otras cosas. Y lo mejor es que se va a culpar a una enfermedad por muchos problemas que se harán notar en estos días, problemas que el gobierno no supo prevenir pero sí supo expiar. Tercero, la gente ya no tiene ganas de ir a pedir cosas al gobierno, siempre ha tenido que buscar la solución por su cuenta a todos sus problemas. Cuarto, ojalá que la respuesta a esta situación por parte del gobierno no sea el culpar a la enfermedad, sino la corrección, ya no oportuna pero sí necesaria, de esos hábitos que han minado la paz social.

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