Se me aparecía en el dilema de la mente un dilación, pues estaba todo apagado y daba flojera voltear a ver este ser mágico, Pero lo que hubiera sido me había besado y dado algo de somnolencia, así que, en esa noche oscura y tormentosa en un reino muy lejos del mar turquí, quise dormir más que averiguar, pues lo que fuera ya habría volado lejos.
Pero los sonidos de un animal grande, de un pataleo grande, de un correr y querer volar atrapado grande, se oyeron al lado de mi cama, adentro del bote de basura. Cada vez más intensos, tan rápidos como si estuvieran royendo el bote.
Me levanté, mi colchón hizo ruido y el otro ser calló, como en señal de respeto o para hacerse invisible en la oscuridad. Tenía dos opciones: manifestarse o morir ante mi pie, al que me tomé la paciencia de poner rápidamente en su zapato. Y que prendo la luz.
Era una cucaracha, escondida etre los pliegues de la bolsa negra. Si hubiera sido una cucaracha miniatura o de tamaño regular, no me habría importado, pero era lo suficientemente grande para ser puesta en un collar, así que debía morir.
Pero el problema es que la cucaracha, como ruta de escape, sólo tendría subir por mi pie si no resultaba herida, así que debía tener cuidado de dar un pisotón en el lugar exacto para que no se pudiera escapar.
Fue un golpe inexacto y su pataleo se continuó escuchando.
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