21 de marzo de 2010

Ay, Guadalajara, no te rajes

Así están las cosas: Yo quiero saber pero no sé nada de estos asuntos. Creo que ser inteligente es más que sólo tener un IQ alto y una memoria alta, pues podríamos sentir que debemos miles de cosas a nuestro país. Hay rebeldes con canción y otros sin una, así que hasta cierto punto podríamos hablar de las cosas que nos afectan desde un lugar hasta otro.

Cada que salgo de mi casa, sé que el gobierno está haciendo algo mal. Todos lo saben. Ya sea que tiró la champaña de su baño o que les dio por quitar un árbol porque se les hizo muy fálico y que de paso le van a echar cemento encima para hacerle un macrobús. Estamos en una ciudad de doble moral y de doble presunción, así que, si alguien quisiera hacer alguna revolución a la manera rebelde con causa, les doy algunas sugerencias.
Primero: Hacer una donación de pantalones vaqueros a la cámara de diputados en señal de que les faltan. Esto es porque cerebros no les podemos dar debido a que los zimbies se lo echan o a que los únicos que podemos conseguir son de cerdo y buey, por lo que no haríamos ningún cambio.
Segundo: reforestar lo deforestado. Hay plantas que crecen tan salvaje y rápidamente  sin tener que hacerles un hoyo en la tierra, que con sus semillas podríamos cubrir todos los camellones posibles. Tal creo que es el caso de la marihuana, que ni se debe regar para crear plantas. Seguramente en muchos lugares las personas trafican con naranjas de un lugar a otro porque es lo que se produce y es lo que se pide. Si se quiere acabar con el narcotráfico, hay que notar que, en tanto ciudad, seguimos tomando guayabas, guamúchiles y limones de la calle y podríamos tomar tanto tabaco como marihuana gratuitamente de la calle, lo que resultaría un avance en la economía de la ciudad.
Tercero: Hacer ataques con cambios extremistas en la ciudad: pedir como reglamento que se advierta al peatón que si es atropellado a media calle, a cinco metros de la línea peatonal, él es el culpable. Asímismo, que pitar por el valor homeopático que éso representa en el tráfico sea penalizado. Y, finalmente, que los protestantes pinten topes.
Cuarto: Que de niños ahogados y de pueblos que quiere ahogar el gobierno con presas, Sigo igual que otros, sin saber por qué se ensució el río y por qué no se ha limpiado, pues su contaminación debe empezar por alguna parte y una planta de tratamiento debería solucionar todo.
Quinto: Que en la educación sepamos que las humanidades sirven en el área que nosotros queramos, pues la ética y la conciencia histórica no deben escapar de una formación aunque ésta sea de matemáticas u otras cosas. Hagamos atentados fáciles: En encuestas sin índole de favorecer un macrobús, Preguntemos sobre bibliotecas, sobre cultura, sobre todo, hagamos que sientan vergüenza de no saber, que se lo pregunten a otros y hagan más dudas.
Sexto. La ciudad nos perdona, como buena madre, por no saber. Yo no sé qué pasa si ponemos aceite de alta viscosidad en el carril del macrobús, o si le ponemos clavos a los carriles.


Hay otros, pero luego hablaremos.

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