1 de septiembre de 2006

La fábula del enchufe y la hormiga.

En momento de ocio, recuerdo que en la secundaria alguien mencionó que por culpa de una colonia de hormigas que vivían en un enchufe de su casa se fue la luz y todo un cuarto comenzó a oler a hormiga quemada. ¡Las pendejadas que recuerda uno cuando está frente a un monitor! En fin, creo que ya volví a la escuela, vuelvo a ver a la misma gente de antes y algunos rostros nuevos de repetidores que supongo cada uno tendrá sus historias, pero pese a que dichas historias puedan ser las mejores que escucharé en mi vida, detesto escuchar a y hablar de personas en particular, ya que cada palabra condena mi recibimiento social, además de que nunca me enseñé a elogiar y no tengo intención de aprender a hablar bien de otros cuando ni siquiera me gusta hablar bien de mí mismo. Continuando con la fábula, quisiera buscar una moraleja de aquella experiencia que recordé cuando ayer, mientras cambiaba un foco, vi una hormiga salir del socket, pero lo único que llega a mi mente son otros cuentos fuera del tiempo, como cuando se cayó un niño mientras intentaba bailar tap como el negrito bailarín y después de llorar como princesa le echó la culpa a que no tenía el mismo atuendo de bastón, bombín y clavel en el ojal que dice la canción, no al pésimo zapatazo que dio cuando interpretaba el tap como sinónimo de conga-berserk (léase ska, pero bailado con zapatos grandes). En fin, creo que debo de terminar de leer ya el libro de Corazón de Amicis, por lo aburrido y patriótico dejé de leerlo en cuanto un niño sacó primer lugar y, casi automática e inverosimilmente, su padre, sin problema alguno, pese a estar desde el inicio del libro colgado diario de la botella y usando los golpes para dizque educar, al día siguiente es un hombre de bien sin problema alguno. Y me había tragado otras escenas igual de italianamente cursis y nacionalistas, pero esta me desilusionó por completo. A ver cuándo termino ese libro.

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