11 de enero de 2007
Un 11 de enero de 2007 en la vida de Mannel(1)
Mientras se me ocurre una solución creativa para eso de la amada, voy a permitirme complacer a unos cuantos lectores que me han dado lata con lo mismo:
Por algún azar del destino, ellos piensan que la vida de un escritor puede ser interesante y me piden que me detenga por lo menos en una entrada dedicada totalmente a lo que me sucedió un día entero, en otras palabras: escribir acerca de mi día de hoy. Les dejo claro de una vez que el viaje será lo mejor contado posible, sepan, señoras, que ya estoy chocheando y muchos detalles me son imposibles de recordar (sólo por esto me parece muy bueno ese ideal de los budistas acerca de ese "estar" siempre en el lugar donde estén, con el verbo estar bien utilizado, y podiendo recordar todo lo que acaece en nuestro "estar"), y en otros pareceré aburrido, pero no vienen a leer mis quejas sino mi día, acomoden su asiento, que esto va a llevar varias entradas.
Dicen ustedes que soy reservado, que no digo nada de mí, y es cierto. En parte porque si me ponen a hablar siempre tendré la sensación de que me obligaron a hacer tal acción porque tienen el deseo de hacerme callar máas adelante. Como sea, debo comenzar por decir que estaba dormido al comienzo del día y fui despertado por mi hermano porque no encontraba la engrapadora. Tuve que levantarme con ese carácter de urgente que requieren los que van tarde al trabajo y, soportando el frío con una playera y un short, fui medio dormido al cuarto del perro donde estaba la mane-caja, la abrí , saqué la engrapadora, mi hermano entró al cuarto , se la di, le dije que al terminar la dejara en la misma caja, él me mandó al carajo y dijo que la iba a poner donde mismo que las hojas y que ahí mismo habría que poner la perforadora. Yo sólo quería dormir, así que me valió madre y la engrapadora tendrá, desde ahora o hasta que alguien la extrapole, ese lugar.
Volví a mi cama tibia, notando en uno de los espejos que había bajado sin lentes y, al parecer, estaba despeinado, miré por la ventana de mi cuarto mientras acomodaba las telas de la cama y me puse a dormir, sabiendo que tal movimiento me causaría dos cosas: gripa y sueño.
Ya me apagaron las luces y me gritaron que vaya a dormir, señoras, que por hoy descansen y duerman para que no se les quite lo bonito, yo haré lo mismo para no volverme más feo. Ojalá y los detalles sigan frescos después.
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