8 de diciembre de 2006

Continuando la madre esta

¿Ya ven por qué, señoras, no me gusta hablar de mi vida? parece como si mi vida fuera sólo un montón de extrapolaciones y acostones tangenciales que nomás atarantan al lector y le dejan un sabor que nunca será identificado completamente. Es como si al hablar del tomate comenzara yo a hablar de las naves de Salamina y de cómo se deben usar los aretes, pero nunca hablaría de la catsup ni de otras culinariedades que se me han presentado en estos momentos en que estoy recordando cómo, hace unos minutos, destripé un jitomate al cruzar la calle. Yo no lo vi y él no me vio, señoras, era algo que no se podía evitar...

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