12 de diciembre de 2006

de res autocriticam 2

Pues, a continuación, para su enfado y para mi regodeo, les hablaré nuevamente de esa cosa sabrosa que se llama autocrítica, ya me hace falta hablar de esto otra vez. Entonces, la autocrítica de la que hablo no es el juzgar si mi trabajo se entiende cuando lo leo en voz alta, es parte de eso, pero es reconocer las metidas de pata que incansablemente brotan al momento de escribir. Lo cierto es que esto de hacer un blog, tengo que reconocerlo, es lo mismo que escribir como un romanticista: no hay tiempo de trabajar lo que se escribe porque, al menos en mi caso, se escribe la cantidad suficiente de palabras como para que dé flojera hacer una corrección o reformular lo que se quiso decir. Es cierto que se nos brinda la oportunidad de regresar líneas atrás y trabajar el sonido y sentido de nuestro texto. Yo no lo hago porque eso significaría ocultar la debilidad en mí y de nada ayudaría. En otras palabras, hago esto para reírme de mí en un futuro no sé qué tan distante. En fin, por si alguno se preguntaba esto, ya les dije mi opinión. Claro está, señores, que a la par que escribo este montón de licatessen para su jolgorio, no creo haberme detenido en mis ánimos por saber más de la literatura en sí, creo que aquel que quiera destacar entre los otros y carece, al igual que yo, del don innato de la escritura admirable, debe atiborrar su mente con otros libros o tener un sufrimiento que ningún otro pueda igualar. Entonces, señores que desconocen el masoquismo, comiencen a disfrutar de todo lo que puedan soportar.

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