19 de mayo de 2007
Lejos, cerca
Quisiera que esto fuera una simple mención de aquellos capítulos legendarios de plaza sésamo y que todavía son inasequibles en el internet, ésos de un elmo mostrando el cerca y el lejos y el alrededor, o quizá fue big bird o abelardo o lola o alguien. Hoy sólo es un recuerdo vago de las lecciones primeras en este mundo. No tan primeras, pero recordables en esencia.
Lamentablemente, señoras, esto de cerca y lejos tiene que ver, tristemente, con más nociones, si no de sociocrítica, sí de sociopsicología o de sociopatía o de algo que tenga que ver con el punto de vista de este escritor in making...
La siguiente reflexión me llegó cuando andaba preguntándome acerca de cómo un ideal puede afectar nuestra vida, en un caso más concreto, me fui a ver las figuras de los héroes en este momento.
Sí, se ha dicho que son personas realmente humanas que no han de guardar las mismas referencias que los primeros héroes, es decir, tienen vicios, obsesiones, dudas, miedos, van al baño de vez en cuando y, si les queda tiempo, se rascan la panza. No se sabe si son realmente malos o buenos, son simples personajes en los que se centra la historia.
Pero, junto a esto, tenemos la intención comunicativa de otros, a los que la gente de paranoia ha llamado opresores gubernamentales. Este intento secundario o traficado de información es el que dicta nuestras necesidades y limitaciones. Por si no lo entienden ustedes los novatos, creo ahora en que la maldad existe, pero no mostrándonos la necesidad de asimilar determinado peinado de cabello o rol social, sino mostrándonos algo peor: lo que nunca podremos ser.
No soy derrotista, pero resulta más que obvio que los personajes principales de estos tiempos han dejado de ser completamente iguales a los seres humanos y distintos por la única variante de la profesión. Son seres que destacan por sus aptitudes y actitudes ante determinados hechos y no por una historia en el sentido de la palabra. Lamentablemente, cosas como el coeficiente intelectual no son cosas que se pueden verdaderamente aprender y, por ende, sólo nos queda mirar a estos fenómenos de la inteligencia desde nuestro lugar. Si eso es ser derrotista, entonces sí lo soy, pero, sin importar cómo es que me clasifiquen ustedes, acabo de enunciar un argumento que, ya sabido, posee algunas bases que se pueden meter a analizar. Tan lejos estamos de ser estos personajes que, para acercarnos, lo único que queda es vestir igual que ellos y regocijarnos en su imagen. Tan cerca estamos de su imagen que la podemos conseguir, ahí está la diferencia entre unos y otros: si se sabe que esa habilidad no nos viene con las chamarritas que dicen forense y con los celulares que suenan de determinada forma, habremos dado un gran paso, pero aceptar lo anterior a este conocimiento, es decir, que una tele, en tanto manifestación social, nos puede condicionar a tales eventos y efectos, es más difícil de creer, pues la tele nunca nos dice tal cosa.
¿La clasificación de los programas y películas es errónea? les dejo esa duda en el aire, señoras, Quizá sea que la clasificación no tiene mucho que ver con la protección de determinadas edades hacia determinadas imágenes, sino que estos valores, los que se imponen a la vez que saltan y trapean la sangre y el sudor sexual de determinadas escenas, en la vista y conciencia de un niño pueden causar un despertar, no hacia lo violento como se teme, sino hacia un descontrol del plan de mercadeo y el plan de gobierno. Si he de ahondar más en esta idea, será después
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