3 de octubre de 2006
¡¡Por qué no me puedo quedar callado!!
El título tendría que ver con la entrada, pero ahora prefiero callar esto. Sólo digo que en este mundo no deberían existir los consejos (y ahora, si no tenía suficientes razones para que me quieran eliminar las joyerías, acabo de meterme con otro negocio que hasta la fecha lucra más que los que venden aretes).
Ya decía don Almazán que cuando hay alguien crudo (in english: hangover, en otro español: con resaca) nunca falta el que tiene la solución o el mejor castigo. y es que en ese caso van desde delicias culinarias, como los chilaquiles, hasta extrañezas como el arroz con salsa de soya y piquete de tequila. No entiendo por qué se debe de aconsejar a otras personas cuando nuestras vidas son un problema a veces más grande.
Por eso digo que intentaré abstenerme de corregir a otros con base en lo que yo considero correcto. Y el último consejo que debo dar es el de no tomar ni dar consejos.
Un consejo puede ser decir "Cállate", puede ser: "pónlo de patitas en la calle", también: "no le pongas chile", o decir: "Los hot cakes deben llevar sal", o "no le vuelvas a comprar a esa señora", "déjala", "tomemos las escaleras", "ignórala", "Salúdala de mi parte", "vuelve con ella", "pásame la tarea", "adórnale con cáscara de naranja", "tú di que sí".
¡Qué sociedad es ésta, que sólo sirve para actuar estúpidamente y lograr dañar, consciente o inconscientemente, a otros!
Si quieren aconsejar a miles de mexicanos para que lean, convencerlos no lleva a nada, sólo a que ustedes se sientan mejor al ver que alguien les tomó en cuenta su consejo. Y aunque sé muy poco italiano y nada de ópera: ridi, Pagliaccio, e ognun t'rideranno, ridi, ridi del duol che t'avvelena il cor, e ognun t'rideranno
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