7 de marzo de 2007

De la naturaleza de las cosas

Hombre, te doy el mundo... Mundo, te doy el hombre... Aquí debemos reparar en lo que significa hombre y lo que significa mundo, pero a lo que voy es que ninguno de estos dos conceptos se pertenece, no por lo menos en una relación de poseído-posesor, sino que es una simbiosis en la que los dos se alimentan uno del otro, el mundo no es lo que es ahora sin el hombre y el hombre no es lo que es ahora sin el mundo. ¿Que le partimos el origen y el futuro al mundo? es cierto, pero el hombre también ha sufrido los latigazos del mundo, tal como se reconoce que para cada cosa que nos pone el mundo hemos tenido que dar un nombre, ya sea para temerle o para dejar de tenerle miedo. En fin, consideren lo anterior como una propuesta que no quiere hablar de la muerte del medio ambiente porque el que lo haya interpretado de esa forma es un ardido que le teme al cambio porque siente que no nos podremos adaptar al futuro. Si tal es el caso, igual y dejen su opinión para ver qué argumentos me muestran, una discusión nunca está de más. La verdad es que, si luego no les respondo a los que me comentan, a la buena y dejan de hacerlo, así que, para que vean que hablamos de lo mismo, pero yo le llamo reata y ellos le llaman soga, hablaré de que las cosas humanas nunca han sido inventadas con un verdadero fin didáctico. Empecemos con Montessori y sus cajas de arena y agua y frutas y vasitos de jamaica y tablitas para escribir y jueguitos de video y cubitos y rompecabezas con ilustraciones de niñas y perritos en pañales y palitos y habitaciones tamaño miniatura y ratoncitos y tarjetitas con sustantivos o verbos. Al respecto, vemos que las invenciones llevan un fin didáctico, hacen que los niños se quemen la mano para que aprendan que el fuego quema, le causan alergia con hiedra venenosa para que sepa que no se debe acercar a tal planta y, en lo tocante a escribir, les hacen pasar el dedo por unas tablas canaleadas o grabadas o agujereadas o pintadas con la letra, hasta pareciera que la escuela Montessori fuera el método ideal para enseñar a los niños a ser copistas en su futuro. Son bonitas las herramientas, pero para que me entiendan lo que sucede realmente es algo necesario poner un ejemplo medio infantil: Digamos que una madre le da a su hijo de comer un plato con espaguetti y que el niño tiene corta edad, un año y meses, el tiempo suficiente como para que vaya aprendiendo a tomar cosas y llevárselas a la boca para saborearlas. En este caso, el proceso de aprendizaje es algo medio tardado, ya que el niño primero aprende a llevarse el espaguetti a la cabeza y usarlo como sombrero antes de aprender que, en lugar de jugar con la comida, debe comérsela. Para esto, la madre tiene un largo camino por enseñarle al chamaco cosas buenas o malas, valiéndose quizá de una silla para bebé, baberos, bufandas, cuerdas, tehuacanazos y todo lo que le rodee. ¿qué se concluye de esto?¿Que la madre que recurre al tehuacanazo realmente quiere a su chamaco?¿Que Montessori sólo es una marca de juguetes didácticos como "mi pluma fuente MiAlegría" o "Plastilina no Tóxica"? en parte.. pero lo que quiero recalcar es:
Una herramienta no enseña por sí sola, de la misma forma en que una fruta no enseña al niño a comer.
Es cierto que puede sonar algo dolorosa esta idea de que muchas cosas con las que se convive, los libros, por ejemplo, tienen una intención didáctica, quizá nos enseñen los sueños celosos de una Teresa encajándose alfileres entre las uñas y la carne, pero, sin un acercamiento adecuado a los libros, a la plastilina, a los vasitos de agua, a la hiedra venenosa, o al cine, la experiencia de la intención didáctica pasa desapercibida. Los que digan que esto no es cierto, no han comprendido que ellos pueden reconocer los valores didácticos en una invención porque poseen tal noción. Retomando a la elícula de Apocalypto, los adornos de jade me resultaron importantes porque antes había discutido con otra persona acerca de que en el canon social de occidente, lo importante es que todo brille, como los cubiertos, los platos, las armaduras, los collares, todo. En cambio, como lo menciona Tanizaki (o Yanizaki, uno de esos dos) en Elogio de la sombra, otras culturas poseían un código distinto de valores, como, en nuestro caso, el molcajete no era algo blanco de porcelana con brillo encerado de automóvil, sino una piedra negra que servía para lo mismo. El jade, en forma natural, no brilla y es opaco, sin importar tal cosa, su color era apreciado en las culturas anteriores; asuntos como tales, me llamaron la atención de la película, que ha pasado a un segundo plano en mi pensamiento, ya que lo que me importaba de tal no era la trama ni que se representaría a tal o cual cultura, sino que yo vengo con mis teorías acerca de la condición humana y no esperaba otro tipo de información más allá de la que me haría reparar en actitudes humanas. Ahora, es lo mismo que me decía un comentarista, de la ficción formamos muchas veces nuestra forma de ser, creamos creencias que se modifican a partir de otras ideas, por ejemplo, si me pusiera a hablar de la violencia en esa película de Mel Gibson, diría que una civilización siempre tiene una conciencia de la nada, ya que estos valores, los cuantitativos, (a mi parecer) fueron los primeros que hicieron nacer el lenguaje. Y cuando una civilización posee una conciencia de la nada y se la puede atribuir a otro objeto o persona, no veo por qué no pueda matar. Los mayas representaron el cero, como también representaban la muerte, además de que, hasta donde sé, no eran realmente pacíficos. Finalizando: No hay forma de conocer la historia por medio de las invenciones, no es posible lograr tal cosa*. Los rastros que nos quedan acerca de la historia son causa de un humano que quiso enseñar usando una invención, pero todo intento didáctico murió junto con él. Lo que nos queda es acercarnos a estos inventos bajo nuestros propios intereses autodidactas, pero sería un error querer enseñarle a otros alguna otra cosa que no fuera a ser autodidactas. *Nota: el viaje en el tiempo es una invención humana que nos puede mostrar la historia, pero tomen en cuenta que, en ese caso, la historia deja de ser tal cosa y se vuelve presente. Bienvenidos a la paradoja.

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