5 de marzo de 2007

Q... Querida

No sé si dedicar esta entrada a toda la bola de personas que tienden a caer en esta actitud, incluido yo, quizá por mucho, o no dedicarla en absoluto y causar los reclamos que siempre llegan. En fin, a explicar lo que voy a decir. Querida. Si pronunciamos esta palabra, notaremos que en nuestra lengua queda una sensación de afecto o, en mi caso y el de otros sociópatas, ironía. Hay algún error en la mente del ser humano donde no nos basta una sola palabra para referirnos a nuestro objeto de deseo, le ponemos tantas palabras que nos podemos olvidar del nombre original. A las relaciones de hoy (aun lo digo sin temor a sonar a artículo de superación personal) les ha quedado algo de las culturas orales del pasado, de esas del huehuetlatolli donde se refieren los unos a los otros con otras palabras que tienden a guardar un grado de hermosura (collar, piedra, pluma). Imaginemos entonces a los que dicen a otros distintas expresiones de afecto: amor, corazón, flaquita, gordita, bombón, escalímetro, negrita, chiquita, mechero, diosita, preciosa, vida. No obstante, tengo grandes razones para pensar que cuando esto sucede en una relación de noviazgo, es un indicio de que la relación va en picada, lo suficiente como para que no se repare lingüísticamente en este fenómeno. Es cierto, las parejas del mundo tienen sus apodos y éstos han perdurado desde su noviazgo, pero a continuación explicaré por qué esto de querida. Ya saben la perogrullada aquellas personitas que me lo han preguntado, pero ahora jugaré con mi ego para decir una verdad más leíble: Querida es, para los hombres de mi caso, el oponente de Amada. No es en sí nuestra Special K, pero se le asemeja en tanto que es algo presente. Hasta aquí he dejado todo claro para los que ya son iniciados en el manuelipsis, es decir, nomás yo y Manuel. hic incipit, lo que le corresponde a los lectores nuevos (es decir, que lo siguiente debe suavizarse con clichés comerciales). Imaginemos que nuestra Amada, con A mayúscula, es un jitomate, o mejor, un vaso de agua. Sí, un vaso de agua y nosotros somos soperos: nos gusta sopear, todo.. el pan a sopear es un elemento que marca nuestra actitud con el vaso del agua, casi una relación al estilo connect the dots, no estoy hablando de que deben buscarle faliloquios a esta meta-sacáfora, sino que dejen que salga lo lúdico. Ante esto, a nuestro vaso de agua, en un momento afectuoso donde el pan se necesita transformar para ser disfrutado, le tenemos que dar un valor que lo defina, pensar que es leche y no agua. entonces, en nuestra mente, acumularemos tanto sabor malo y acuoso que llegará el día en que explotemos y dejemos de llamarla leche y la llamemos agua, que terminemos tirándola en el suelo o en el retrete y busquemos algo que nos satisfaga, como una leche deslactosada, que no es leche, pero se le acerca. Ahora, que ya tienen tres elementos en juego, deben notar que Querida es aquella persona en la que se piensa cuando se está con una Amada, pero no es la estructura ausente o lo que esperamos de ella, sino la simple tentación de engañarle. Por eso nace el Querida, como un apodo bajo el que se puede engañar a la Amada al llamarle de forma diferente.

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