23 de abril de 2007
300, la película
Desde que una persona quizo poner intencional y berrinchudamente el color rojo durante una película, el cine va decayendo hasta tomar el mismo color, sabor y textura de una bolsa de Sabritas con adobo
Perfectitos y eliteados contra defectitos y eloteados... diferencias numéricas y de calidad, diferencias entre tácticas, fragmentación cineasta del cuerpo humano, figura humana que da la espalda al canon, quizá sea un mal analista de películas, un peor devorador de cine y un pésimo sociocítrico (extracto ácido que sale de la sociedad por falta de limones), pero las escenas de violencia se han ido nuevamente a la elaboración y abuso del imaginario colectivo. Quizá sea cierto que no nos debe importar que en otras películas ya se le haya cortado la cabeza a alguien o que una flecha le haya penetrado en una pierna o que alguien pierda un ojo en la batalla, es cierto, pero, en lo personal, ir a verla al cine, en apoyo de la boletera que le pone con el cácaro y con la industria del cine, me ha decepcionado lo suficiente como para dedicarle una entrada en este blog a mi experiencia en el cine.
Levaba, fácil, unos doscientos días sin entrar a una sala de cine porque gastar 60 pesos por sentarme una hora ante algo que me va a dejar un poco más ciego no me resulta justo.
Y luego de tal hecho, aparte, de nada nos sirve comprar los boletos dos horas antes porque a la compañía se le ocurre beneficiar a otros huevones que pagan un poco más por no tener que hacer fila y arranarse en los mejores asientos. Ese sistema me acaba de convencer para no volver al cine con películas tan secas como 300 o las vacaciones de Mr. Bean, que si bien logran entretenerme por los primeros 15 minutos, me piden a gritos que deje de pagarle a esta industria para que sigan haciendo basura. En cierta forma, es mejor pagarle a la pirateria para que la industria original entienda que su trabajo cuesta mucho menos que 60 pesos...
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no, don manue...
ResponderBorrarse llaman Ociocríticos
Saludos.
Lito