22 de abril de 2007
Dolor...
Tiendo a decir que no me quejo de cómo me va en la vida, que puedo ser medio tolerante con la mayoría de las cosas y que sacarme de quicio sólo es posible si la situación se debe, en su mayor parte, a mi idiotez, de esa que duele, res stulta.
Pero hay días en la vida, tan hijos de su puta madre... yo no... derrideo. Uno de ellos es el que estoy a punto de referir.
Pasé toda la tarde, después de llegar a mi casa, escribiendo, sin ánimo de presunción, como se debe, una historia para mandar al concurso, seis páginas, acerca de una máquina que atestigua la historia, y en ésta había dedos, fogatas, faldas levantándose, desiertos comalescos para que no me dejaran muy afuera, pérdidas de identidad, sudor, fotografías, caída de ropas y un final terminado a partir de la relación adán-eva en un pueblo que, si bien no estaba en el mar turquí, bien podía hacerse un verso que dijera: "In this kingdom by the lake". No estaba mal para concurso.
Diez páginas, quito acentos de más, destruyo un poco de la musicalidad, elimino adjetivos que se cuelgan, referencias delatoras que se me fueron, busco que el interés del lector se mantenga... y termino...
cierro ventana,
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Adivinen qué respondí y por qué estuve enojado ese día... cinco horas de las que sólo me queda un sabor seco en los dedos... si sólo para eso se existe, según Giacomo, eso es dolor existencial.
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