2 de abril de 2007

Complots de encierro

Cada que veo una puerta cerrada en esta casa que no sea la del baño y la de la entrada/salida, siento que alguien está en la casa y es ajeno a tal. Ese día, sé bien que las puertas no se acostumbran cerrar, pero tenía la curiosidad de por qué nunca había cerrado la puerta de mi cuarto ni siquiera cuando hay visitas y el cuarto está hecho un desastre. Así que, para perder algo de tiempo, decidí cerrar la puerta. Y ponerle seguro... Y desde entonces, supongo que aprendí que esa era la razón: me quedé encerrado en mi cuarto por cerca de media hora, regresando el segurito con calma una y otra vez hasta que abrió. Por momentos me sentí un cerrajero, girando lentamente todo y estando atento a los sonidos que se escuchaban dentro de la chapa, esperando que todo salga como esperaba. Y en esos instantes, tuve tiempo de sentir que estaba viviendo la frustración de otro ser vivo, encerrado en su cuarto, pero bajo su voluntad, como un retiro espiritual. Volviendo a mi casa, no tendemos a cerrar las puertas de las casas porque en una familia tan pequeña la privacía se realiza con la simple eventualidad de aprovechar la privacía de toda la casa cuando se está solo, ya que hasta pareciera que la gente se pone de acuerdo para dejar a cada uno solo por dos o tres horas. Una puerta cerrada, en la familia, es como rechazar a la familia misma, si se tiene que ocultar algo, aunque sea un ronquido o un derrumbe de libros, obviamente habría una falla en la familia...

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