Y reitero ese verso hasta que salga de mi cabeza... ¿cómo iba? Hablaba de tardes y de una nevera y de una visita...
En fin, señoras, mucho ha pasado, me acusan de que digo en este blog la palabra señoras, me acusan de muchas otras cosas en las que no tengo mucha relación y después de felicitarme por algo ya no muy nuevo me bajan los ánimos mientras que otro me dice que gire la cabeza y amortigüe la vuelta porque el nivel de G's alcanzadas quiere llegar a 4 y no quiero ver lo que sucede cuando un cuerpo es forzado a pesar cuatro veces lo que acostumbra y viaja a velocidades más rápidas que un gato temiendo ser electrocutado de nuevo(¿?). Vaya rollercoaster fisicoemotivointelectual ha sido esta semana, pero, pese a que muchas de ustedes saben de qué se trata este ride, reservo todos los comentarios por hacerse hasta que a alguien se le ocurra detener el carrito o desaparecer las vías. O comprarme un hot-dog
En otras noticias, acabo de retomar un poco las variantes de la gastronomía por un discusión falta de sentido respecto a que la birria se prepara con eucalipto. Si bien recuerdan la entrada de ón tá laurel, lo cual no es obligatorio ni una forma de darme cuenta de que soy leído, sigo pensando en que ese día el pescado dejó de oler porque, además del ajo frito en el aceite de oliva, le agregaron unas cuantas hojitas de laurel que terminaron siendo, finalmente, hojitas de eucalipto.
Por este rollercoaster emocional, así como porque me quemé el brazo con el sartén, he dejado de preparar comida caliente por lo menos hasta que mi mano esté en las perfectas condiciones como para romper un huevo y lograr que no se reviente la yema, técnica que es fácil cuando se tiene algo de práctica y tiene un poco más que ver con ser rápido al momento de hacer los movimientos mágicos de la muñeca. Por cierto, la imagen que aparece en esta entrada es mi proyecto para usarse en un celular, que ha de estar medianamente listo en cuanto tenga el tiempo suficiente y trabaje con el tipo de animación definitivo, ya que las líneas se ven muy mal.
El siguiente paso es aprender a trabajar con la harina de maiz hasta saber hacer tamales caseros, alimento que se ha vuelto una tradición por parte de los Gómez, aunque también son gente de enchiladas, mole café, mole de panza con granos de maiz, sin granos de maíz, espinazo con verdolagas, caldos amarillos, carne asada. Cabe decir que la familia Gómez es muy versátil en cuanto a comidas, pero lo difícil entre estas cocinas es cuando dos personas de este apellido se juntan bajo el calor de una misma estufa: por andar peleando por las variaciones y el toque único, suceden cosas como el eucalipto en la birria o un exceso de hierbabuena en las especias que llevan las enchiladas zacatecanas. La dificultad de hacer un tamal parece radicar en perder algo de horas batiendo la masa, más tiempo cocinando el relleno, poquito más uniformando las hojitas de maiz, untándoles la masa, depositar el relleno y colocar estratégicamente dentro de la olla para después ponerlos a cocer al vapor por unas tres horas.
Y de ahí, hablaría con alguien acerca de las costumbres pueblerinas del ojeo, esa cosa que dicen que pasa con los niños cuando alguien se resiste la tentación de besarlo y le trae un mal inexplicable, en la cocina es utilizada esa misma palabra para decir cuando, por otro azar inexplicable, la comida, pese a estar tres horas más en el fuego, no termina de cocerse. En fin, señoras que buscaban qué cocinar, espero haber sido de poca ayuda.
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