9 de abril de 2007

El vecino acomoda su camioneta

Seguramente, entre sus recuerdos de prepa, han de recordar que, cuando escuchamos un nombre feo o extraño, como segismundo rosales, no falta el que hace la observación de que este personaje, quizá ficticio o quizá real, no era querido por sus padres. Y esos traumas son la vida cotidiana, la tortura paternal que ha mantenido viva a nuestra sociedad desde antes que muchos de nosotros naciéramos. Entonces, con eso de los traumas, como el experimento del pequeño Albert, de Watson, personaje que en las tardes cerveceras de algunos estudiantes se habrá vuelto, seguramente, una estrella de rock o, por lo menos, un exégeta de Pedro Páramo o un buen bailador de lambada, me queda sugerir el siguiente caso clínico: En esta sociedad, por lo menos lo que observo desde mi ventana con vista al andador y las otras ventanas de la casa, es que nadie sale desarreglado a presentarse en la sociedad o a comprar un litro de leche y pan. La mayoría lleva el uniforme escolar o cualquier tipo de ropa que, socialmente, está marcada como algo digno de observarse por la calle. Lo que quiero que analicen ustedes, Psychonauts in making, no es al tipo extraño que ve por las ventanas a los que compan los abarrotes, sino a un vecino que no encaja en este tipo de cosas que hemos llamado aceptables: Mi vecino sale a acomodar su camioneta, con un cigarro en la mano izquierda y pega la camioneta lo más posible a la pared. Eso es normal, cualquiera que quisiera evitar la mayor parte de los riesgos a su vehículo (en este caso, la camioneta de una compañía llamada Universidad de Guadalajara) haría lo mismo que él. Es una persona normal, con la excepción de que tiene unos cuarenta años, es algo flaco y realiza esta actividad preventiva sin una playera puesta, como turista en playa. Ese viernes es la tercera ocasión que lo veo hacer tal cosa y el caso siconáutico (de psique, mente, y no de sikos, figo) parece tener algo de valor, ya que, si nos ponemos a hablar de los orígenes, la búsqueda de tales variantes que hacen que alguien haga determinadas cosas puede ayudar a entendernos más. Ante esta situación, me queda decir que este problema se puede ver más como un chiste malo en el que cuento los actos extraños que realizan mis cercanos, pero la verdad es que busco a partir de estas acciones una forma de entender a mis iguales. Léase lo anterior como: "Yo superior"

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